martes, 16 de octubre de 2007

"N" tiempos y un nuevo oficio

Se leía una adorable advertencia, inferimos una fijación por las hachas y sus múltiples usos. Jugamos entonces a ser menos parecidos el uno al otro dentro del ágora, subimos a las gradas para recorrerlas y tirarnos al vacío desde la perspectiva más lejana. Volvimos entonces junto a la hacha para recordar el cuidadoso uso que debía hacérsele y aun así romper el muro que la sepultaba. Decidimos que formaría parte de nuestro equipaje (a pesar del óxido) envolviéndola dentro de varias hojas con el cráneo y las bolsas de té a un lado.

Una vez más nuestras cabezas circulan entre los edificios y los pequeños callejones llenos de desechos, un recibimiento cotidiano, una memorable bienvenida después de un largo tiempo ausentes, ambos situados en circunstancias no lineales, alejadas de la secuencia homogénea de una temporalidad que son muchas. Ahora, de vuelta a las multitudes arquitectónicas y los espacios cerrados, el choque del hueso y el metal a nuestras espaldas brinda un ritmo al andar sobre las viejas calles con su falso paralelismo y sus nombres extranjeros, respiramos las imágenes y las palabras como deyecciones políticas desde las paredes que nos cercan y desde el poste con la única luz, por cierto, agonizante. Atravesamos bajo el túnel para luego ascender en dirección al antiguo camino.

Entro al borde de tu cuerpo, apenas sostenido por tus labios y tu sonrisa. Recorremos el sendero arenoso que conduce a ningún lugar bajo la oscuridad escarpada de la incipiente noche. Nos perdemos a veces, y un encuentro casual se produce entre nuestros dedos poco después; se mezclan en forma policromática, mientras nuestras miradas apuntan a las aceras pintadas de azul y dibujadas por una mano imprecisa (o todo lo contrario) que nos hace tropezar por la creación de una oscilante superficie. La ciudad de siempre.

Un viento helado comienza a condensarse sobre nuestro cabello, debajo de las puertas y nos cubre lentamente el rostro cuando yacemos sobre el pasto seco observando algún vago punto iluminado en el cielo. Entonces volvemos a las calles transitadas, aquéllas llenas de farolas y automóviles. Soltabas entonces los suspiros agitados llenos de cansancio y cáncer que obligaban un paso más pausado hacia la habitación.

Si dentro de tus ojos pudiese colocar mi vacío inconmensurable, colocar los orificios en tu rostro y despojarte de tus facciones distintivas, tal vez… ; pero no es lo más probable, sólo un afán materialista de verme secretamente en un espejo, dejar de mirarte y ver sólo algo parecido, con la misma cualidad inerte y grisácea, una fuente de reminiscencias sostenidas sobre la mano invisible, evocada desde un instinto corpóreo imposible de manifestar.


De nuevo saltos en el tiempo, ocasos precedidos por el otoño, cuando las hojas florecen, justo antes de incendiarse en invierno, disuelta la carne en la arena, esperando la unión, ese último aire de apariencia fatídica para elevar las cenizas hacia la isla de las ruinas, para actuar nuevamente y arrojarse al vacío. Mientras tanto, dispuesta la mesa, los objetos ruedan al salir de la maleta: la hacha de aquella vez y ahora un par de cráneos, desembocan en una acción que no merece la pena relatar con detalle por su fácil deducción, el más pútrido de los dos destrozado por un golpe enérgico, el otro, tras la ventana, adornando la entrada, presenta afablemente, con un letrero en la frente, un nuevo oficio digno del hombre con whisky, una hacha en el regazo y una euforia por partir cráneos que se esconde dentro de la habitación.

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Now playing: Ayreon - Day Thirteen - Sign
via FoxyTunes

1 comentario:

Tales de Mixcoac dijo...

Sencillamente magnífico -imaginar está declaración expresada en un solido acento argentino, cargada así de inestimable valor estético retroalimentativo-