martes, 9 de octubre de 2007

El oficio de historiador es un traje demasiado ancho para mí. Pero en el hipotético caso (de furibundas consecuencias, eso puedo asegurarlo) de que fuese uno de tantos, tendría que ubicarme dentro de la corriente servil, o con los desairados opositores. También existiría la inevitable necesidad de forjar el criterio, que según la tendencia, podría ejercer el juicio anacrónico de una punitiva atemporal-imposible.
Ahora, bajo el supuesto de que este momentáneo lapso de suposición-despertado-por-Benedetto-Croce, haya sido malinterpretado, las actividades e hipótesis antes descritas pueden ser más bien una clara enmarcación de mis pretensiones hacia un ideal. Una lectura acompañada de intermitencias reflexivas, V. Gr. "El juicio, al ejercitarse sobre un hecho, qué sueño, lo piensa tal como es, no recuerdo muy bien qué ha dicho, la reminiscencia no me sale, baño, hambre, dinero, y no ya como sería si no fuese y volviese a ser, habiendo sido en una proyección hacia el acto futuro y las once de la noche y aun falta el ensayo, punto" impide una comprensión precisa. Por tanto, he de omitir, como otra suposición, la complementariedad de aspectos para hacer historiografía, que suena casi como moldear una serie de sucesos, observar la documentación (actividad encargada hace poco tiempo) en la época y su contexto social-moral-político-y-demás-interminables-y-nacientes-paradigmas-para-las-perspectivas.
No, el oficio de historiador sigue siendo muy grande. No pierdes mucho, perdiéndome, Benedetto Croce.

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