jueves, 26 de febrero de 2009

De vuelta, pues toda asuencia fue un espejismo

La ventana se entreabre. Rojo sigue empecinado en juntar bolas de carne. Yo quiero que de una vez termine, que uno de estos días la tierra lo devuelva a la realidad con esa forma suya de mover la ilusión solipsista hacia fuera, de hacer excretar el subjetivismo hacia el otro lado del estómago.

Tengo frío en las pestañas. Los dedos me tiemblan cuando tomo la pluma y trazo una línea más en la agenda, para procurarme el saber de cuantas tazas de café llevo preparadas desde que abrí la bolsa. Pronto hará falta resurtirme de su aroma; los granos son pequeños pero lo suficiente fuertes como para traerme cabeza arriba a este patio de afuera.

Rojo junta un montoncito de trazas sanguinolentas, y comienza a amasar. Cuando van adquiriendo cierta vida a base del movimiento que le transfiere, lanza unas gotas de saliva para humedecerlas con el fin de acelerar el proceso. Una vez que ha logrado ejecutar la forma que latía en sus pensamientos, arranca una página de algún libro de su agrado con que envolver el árbol, el fruto, la acacia, el letargo, el baobab, la sanguijuela, el fotograma, la … que resulta siempre esférico.

“La [situación] primordial o de superficie está caracterizada por la absorción completa en el sentido del mundo; es decir, para ella sino lo intramundano, o sea, lo finito, tiene realmente sentido, se deja vivir, se deja proyectar, experimentar y gozar, y sólo el sentido intramundano decepciona o plenifica. La situación fundamental es aquella desde donde se vuelve visible la finitud del mundo como tal y la absorción de la existencia en él, en cuanto es vivida según el hábito primordial”

Yo tengo mis propias manías. Mientras el café me eleva por el patio y Rojo permanece en su labor de trotamundos, me dedico a juntar fantasmas. Pienso en el abuelo, vestido con una guayabera, con el cabello cano y la voz ronca, sentado de un lado de la mesa, comiendo confites, frituras, conversando con la tía Jimena, pidiendo más agua a la tía Federica, viendo profundamente a la abuela y pensando… lo que se piensa.

Muerte muerta, sueño soñante, “todo lo que hay es una mariposa”

Ayer me dediqué a juntar textos todo el día. Lo que hago es desplazar parte del cuerpo hacía adelante, y en seguida aparece la hoja del periódico, con unas cuantas notas que someter a consideración. Algunas palabras son más volátiles que otras. Mientras las ligeras se conforman con ser osciladas bajo la merced del viento, las que tienen sobre sí el peso proporcionado ya sea por una piedra unida a su cuerpo mediante un sistema de cuerdas, o que desde su interior hacinan la densidad proporcional a su caos, se mantienen sumergidas en un sopor mineral análogo al de los ajolotes.

La palabra “Ajolote es un gran misterio”, ¿Cuándo podré llegar a reconocerla?

Anfibio urodelo ambistómido, negro y grueso, que vive en algunos lagos mexicanos y norteamericanos (Ambystoma)

Ahora solo puedo pensar en el actuar de Rojo, y todas las palabras que acomodé ayer en envidiables filas, en torrecitas delgadas y en suaves ramas, se me caen como si una fuerza las obligara a ceder su posición. Las veo caer, rodar y podarse. Nunca antes una observación había así constituido parte de mis consideraciones, ni mi mente se había inclinado hacía la aceptación de alguna distracción cualquiera.

Rojo suele dedicarse horas a la contemplación de lo que tiene entre manos, antes de tomar una decisión. La casa está desatendida; no importa cuantos murmullos o manchas imprecisas se vayan apoderando de su perímetro, o se encuentren tomando su interior de azulejos blancos como sus paredes, Rojo no emprende objeción alguna mientras su concentración no se decanta. Alguna vez me ha tocado hacerme acompañar de espeleólogos, de modo obligado para lograr hacerme paso entre los cerros de inmundicia acumulada sobre el techo y en torno al piso.