jueves, 6 de diciembre de 2007

Una carta que, devido a errores tipográficos en la opción "destinatario", dio a caer en manos de Efigenio Bacardi

María.

Vieja olvidadiza. ¿Naciste tú del cuerpo? ¿fuiste tú carne? Caeli calumnia. ¿Fuiste arrancada acaso de tu primera celeridad? ¿Caíste como estrella al mundo, hasta el borde del caer, hasta el vientre de la tierra? Hasta el vientre de tu tierra tan en celo, caelumnia, ¿Fuiste de algún pecho hoja altiva bajo el alba? Cuando entraba triunfante la mañana con los cuernos de frente como estrella menguando bajo el vientre de tu madre ¿fuiste tú?
Y ¿quién se robó tu cuerpo? ¿fuiste tú cuerpo? ¿Qué fauces de qué lobo pretensioso te arrancaron de tu primera serenidad? ¿Qué colmillos azarosos te enseñaron a llorar, y el color de tu caída, y la altura del suelo? ¿Y qué desterradas uñas amarillas reptaron altaneras hasta el fondo de tu lecho?
¿La vida? ¿Caeli columna? Esa bestia feroz ineludible ¿la vida? ¿Ella rasgó tu piel hecha de pura concepción, de puro orgasmo? ¿Ella mostró tu sangre a tu esqueleto? ¿y tus lágrimas al suelo? ¿La vida? Esa bestia azarosa inapelable.
Yo titubeo al borde de tus ojos, acaricio las cosas en cada detener de tu mirada, aleteo tranquilo de tus párpados. Naciste anciana sin saberlo, cuando el alba instantánea cual la muerte se enlutaba. Como estrella te arrancaron de tu primera curiosidad, como estrella tiritaste la caída. Yo te perdí si acaso. Caí desde tus manos enlutado de puro amanecer. Caí desde tus ojos vieja hermana, y cuando ya no me encontraste, te perdí.
Antes de todo esto, antes incluso de mí, tu eterno olvidadizo, ¿no te faltaba el hambre? ¿no protestabas por el silencio de las cosas? ¿no extrañabas el viento entres tus dedos? ¿o las ventanas? ¿No te morías de gusto por el salto y la caída desde el fondo de tu primera mortandad? ¿No te dolía acaso la ceguera? ¿Puedes recordarlo? Cuando a la hora matutina vencía el alba, entonces había días, ¿lo recuerdas?
¿No significan nada tus palabras? ¿no significa tu silencio sepulcral? ¿No lastimó tu cuerpo la caída? Cae de nuevo entonces, pues que lo tienes. Pero ¿tienes aún cuerpo? Habría que haberlo sabido de antemano, las manos de la vida son de muerte cuando curiosas hurgan por tu pelo. Y ¿puedo hurgar curioso por tu pelo? Las manos de la vida son zarpazos de guadaña en la caída.
Mientras tanto tú naciste. Creo que te he soñado o caminado las arterias avenidas de tus manos. Creo que te he soñado, es decir que te olvidé.
No te escuché aquella mañana en tus rodillas. No te escuché mientras contabas las heridas de tus manos empedradas. Pero qué iba yo a saber, qué iba yo a hacer sin el pleno conocer de tus palabras, qué iba yo a hacer si tan perdida no te habías entonces a mis manos. ¿Cómo encontrarte, pequeña, si te sentabas con todo y tus palabras en el centro mismo del estar? ¿Cómo saberte anciana? Caeli lasus.
Andarás recogiendo de tus tan lentos ojuelazos las edades. Estarás repitiendo de tus tan largos años las caídas. Serás más que muerta María, si acaso eres.
He olvidado María, he dado suelo. Pero pues navegaste por las calles de mí mismo en tu ataúd de puro blanco, pues te hundiste en la historia de lo que jamás he visto, pues te perdí, María, te busco. Vieja desconocida, y me guardo tu olvido en mis recuerdos más ancianos.

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