lunes, 3 de diciembre de 2007

La comunicación existente desde la sociedad imprescindible: generación mutua y coexistencia

Para discernir acerca de la existencia de la comunicación dentro de la sociedad, podríamos partir de la definición del concepto, sin embargo, de cierta forma detesto las arbitrariedades, por lo que sugiero únicamente, y recalco el adverbio, una noción del término: la comunicación es un hecho, no una actividad, una situación de implicaciones abstractas con posibilidades interpretativas: mensaje, emisor y receptor básicamente, pero por la participación de múltiples elementos en esta metáfora del canal no me detendré demasiado en detallarlas, esperando que en el desarrollo del ensayo se comprendan estos factores.

El sustento epistemológico para realizar este trabajo no está basado en motivaciones personales sino en un cuestionamiento planteado al principio del curso, cuyo final representa la realización de este texto, éste coloca dos premisas sobre las cuales discernir una respuesta: ¿hay comunicación sin sociedad? ¿Hay sociedad sin comunicación? Séame permitido dar mi postura para clarificar el contenido de los párrafos posteriores: ni una cosa, ni la otra. La comunicación como hecho, explicado como acción social, retomando a Weber, debe estar inserta en una relación emotiva, es cierto que mentes de ánimo confrontante podrían apelar a la existencia de la comunicación mecánica y la cibernética, sin embargo, no es posible pensar en la existencia de este hecho sin motivaciones previas, por lo que está presente en orden temporal, la emotividad primero, y lo mecanicista después de ésta. Con emotividad me refiero a todo el entorno individual-cultural que se refleja: sus necesidades físicas, mentales, hedonistas, etc. Y para aclarar la acción social, Weber dice que ésta “se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras” (18), por tanto, observando que una acción social (adjetivo derivado del sustantivo evidente: sociedad) sólo puede ser referida por medio de la orientación de acción individual por el actuar ajeno. Es cierto que puede no existir un intento directo de establecer el canal comunicativo, sin embargo, cabe recordar que la transmisión de un mensaje no únicamente está constituida por los sintagmas lingüísticos, sino también por los elementos simbólicos como imágenes y gestos corporales, al menos como objeto sujeto a posibilidades interpretativas que nos otorgan un esclarecimiento en base a esta actividad deductiva sobre cómo orientar nuestra conducta con respecto a la situación sobre la cual discernimos.

Quisiera comenzar de lleno el análisis o la justificación de mi respuesta en base a la idea de una comunicación existente sin sociedad en el momento en que se da en la interioridad del sujeto; para ello debo manifestar de entrada mi posición acerca de las comprensiones lingüístico-imaginativas, ámbitos socialmente aprendidos. Para este punto conviene mencionar las ideas de Schütz. Considero que la única manera que tenemos de comunicarnos en primera persona, es decir, con nosotros mismos, es a través del lenguaje y las figuras simbólicas, experiencialmiente adquiridas. El autor alemán habla acerca de la corriente de conciencia y la adecuación de nuestras vivencias y un acervo de conocimientos a nuestra conducta; si aprehendemos un lenguaje bajo el cual establecemos relaciones intersubjetivas, o primeramente mutuas de coexistencia, partiremos de este conocimiento para forjar nuestros pensamientos y el <> de los mismos. Lo mismo sucede con las imágenes; si recordamos alguna imagen es porque ya la vivenciamos, hemos tenido una experiencia sobre ella y un acto de significación, por lo que el reconstruirla en la mente nos representa una proyección conductual, aunque sea únicamente como nostalgia o anhelo.

Puede presentarse en este punto la suposición de la posibilidad de aprehensión autodidacta, si adaptamos elementos útiles dentro de nuestra individualidad independientemente del uso social, pero el hacer esto implicaría un alejamiento, un rechazo hacia la inclusión, sin embargo las cosas sobre las cuales ejercemos la actividad significante son, de facto, una producción social, y como tal, no pueden ser opuestas radicalmente a su uso y significado consensuado; sin embargo, no quisiera que se cayese en el absolutismo terminológico, con significado consensuado me refiero a un primer tipo de sentido, que bajo el mundo individual se transforma, o mejor, se adecúa al entorno propio de cada sujeto. Desde ahora debo manifestar mi rechazo al estructuralismo y los sistemas de explicación organicista de la sociedad. Aún así, comprendo, acepto y sugiero como referencia ineludible para los estudios sociológicos a esta corriente explicativa, incluso me quedo con una de las ideas de Parsons acerca de los sistemas simbólicos; “la acción humana es cultural, debido a que los significados y las intenciones relativas a los actos se constituyen de acuerdo con sistemas simbólicos” (16). La existencia de subjetividad está presente en esta teoría, aunque yo no quisiera ver que todas ellas están orientas necesariamente hacia el funcionamiento normativo, y menos dentro de un esqueleto auto-regulable. Pero para no perder el tema central acerca de la comunicación no ofreceré mis suposiciones en torno a esta parte del estudio. De hecho, puede notarse la presencia de una relación comunicativa entre los sistemas simbólicos y los individuos para orientar su acción; los primeros constituyen otro referente de conducta, comprendido, o impuesto por ciertos códigos, este referente es evidentemente aprehendido por los sujetos y, consciente o inconscientemente, orientarán este aprendizaje (como proceso observatorio, interpretable, comprensible) a la pertenencia de su entorno. Estos sistemas funcionan de la misma manera en que lo hacen las normas socialmente creadas. De hecho, la esfera pública se preocupa por llevar efectivamente al comportamiento individual esta normatividad, y las estructuras políticas “se interesan por la organización colectiva para el alcance de metas significativas para la comunidad…” (29); esto es sólo para reiterar la comunicación implícita del entorno complejo y amplio en el que existe un concepto abstracto, una idea moral no descrita pero manifiesta bajo la cual se pretende alcanzar un grado de convivencia dentro de la comunidad extensa. Aún reconociendo el estudio de Durkheim no podemos prescindir de la comunicación, pues si pensamos a los hechos sociales, alejados del poder coercitivo hacia el individuo, su existencia paralela implica ciertas conexiones que busquen un acuerdo y eviten una oposición dialéctica; un hecho social “si es general, se debe a que es colectivo, bien lejos de ser colectivo porque es general” (28), y aunque no deja de ser creado desde una totalidad pequeña o amplia, para resolver cualquier posible pensamiento acerca de una independencia aparentemente factible, habría que preguntarse ¿qué mantiene unidos a los hechos sociales dentro de un mismo todo? ¿Qué los orienta cooperativamente hacia el mismo fin? Mi respuesta somera sería: una comunicación jerárquica-administrativa, atendiendo a las ideas de Durkheim, que no comparto del todo, pero de tratarse la sociedad de un sistema así, la comunicación se daría de esa forma.

No puedo imaginarme qué tan factible sea la comunicación interna en un sujeto completamente aislado desde su nacimiento de todo contacto social; quizá pueda desempeñar elucidaciones en base a imágenes, pero con el tiempo, supongo, realizaría acciones meramente mecánicas en las que por pura experiencia incapaz de trascendencia, sabe que éstas le darán un resultado, y cuando se presente una nueva situación, muy probablemente se verá él inútil porque ese momento ha salido de los límites de su mundo actitudinal.

Esclarecido, según mis expectativas, el asunto sobre la imposibilidad de la existencia de un elemento, comunicación o sociedad, sin el otro, paso ahora a la explicación de los esquemas comunicativos, o de los acercamientos comprensivos, aprehensivos y significantes de los individuos. Yo también comparto la existencia de un mundo relativizado, a pesar de los acuerdos comunes para la coexistencia. Von Glazarsfeld diríamos, se despide de la objetividad, dejándonos a los lectores la invitación de hacer lo mismo. Diremos que para conocer hace falta también una relación comunicativa, o quizá varias: desde la orientación no percibida por el sujeto de la normativa y los paradigmas interpretativos, conductuales y epistemológicos, luego en los afanes de interpretación motivados por los intereses personales; de hecho el autor menciona que las representaciones no vienen de los objetos, sino de las ideas en torno a ellos, ideas que son formadas desde un entorno cultural de diferentes magnitudes según el alcance que tenga el individuo en la amplitud de los círculos de este tipo. Y posibilidades de acercamiento al objeto que no se presenta en sí, sino como un aparente-sí-mismo, aunque podríamos argüir que sí tiene existencia en-sí para cada perspectiva, y que aún así puede irse reconstruyendo.

A pesar de esto, tampoco podemos creer que el individuo acepte sumisamente la dominación discursiva-cultural; desde la escuela de Frankfurt sabemos que los mismos estudios sociológicos puede bien ser instrumentos emancipadores o justificantes para el discurso dominante, pero más allá de esta interpretación hacia las intenciones de la investigación, es plausible suponer que adaptamos las palabras o el lenguaje al sentido creado desde la individualidad. Y crear este sentido, al menos social, parte de una comprensión intersubjetiva desde el modelo lingüístico de Habermas en el que podemos reducir de alguna manera al mundo a explicaciones desde el lenguaje, y entenderlo en base a éste, para así acercarse a “la posibilidad de llegar a un consenso sin coacciones acerca de la legitimidad de la pretensión de que se trate” (50), el consenso llega casi por inercia, aunque en un ideal bastante lejano de una intención incondicional de intercomprensión.

Morin y Bourdieu ya suponen de entrada una comunicación o injerencia de un ámbito cultural, por tanto no cabe una gran explicación de ambos, únicamente podemos distinguir dos observaciones: una que explica el carácter autodeterminativo individual y otra que lo hace acerca de una imposición cultural cuasi-dogmática. Bourdieu distingue a las clases sociales y sus influencias, y supone para las élites la creación de las referencias artísticas y de un tipo ideal de vida, mientras que Morin se muestra más optimista en las posibilidades del sujeto de destilar la influencia cultural de su propia orientación ética.

Por tanto, reitero la inexistencia de comunicación sin sociedad, ni de sociedad sin comunicación, y basándome en la relativización también supongo la diversidad de tipos de comunicación con respecto a la diversidad de sociedades, y de sociedades con respecto a la diversidad de tipos de comunicación; de hecho en el título ya había indicado la característica co-generativa en esta relación comunicación-sociedad. Si atendemos a las épocas hipermodernas y al fenómeno de globalización, también es factible pensar que una comunicación se transmuta a otra sociedad distinta, la regenera; y de la misma forma una sociedad puede adquirir, por procesos de expansión o de algún otro tipo que en este momento no podría definir, ciertos requerimientos por la instrumentalización o implementación de elementos no considerados en los viejos códigos, obligando a éstos a renovarse. No hay por tanto, la posibilidad de pensar un elemento sin el otro.

Bibliografía

· Bourdieu, Pierre. Sociología y Cultura. México: Grijalbo CONACULTA, 1990.

· Durkheim, Emile. Las reglas del método sociológico. México: Pretia Editora, 1989.

· Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa: Complementos y estudios previos. México: REI, 1993.

· Honneth, Axel. “Teoría crítica” en La Teoría Social hoy. Anthony Giddens, Jonathan Turner et al. México: Alianza Editorial CONACULTA, 1991.

  • Morin, Edgar, “Cultura y conocimiento”, en Watzlawick Paul y Meter Krieg, (2000), El ojo del observador: contribuciones al constructivismo, Gedisa, España, pp. 73-81.

· Parsons, Talcott. La Sociedad. México: Editorial Trillas, 1983.

  • Von Glasersfeld, Ernst, “Despedida de la objetividad”, en Watzlawick Paul y Peter Krieg, (2000), El ojo del observador: contribuciones al constructivismo, Gedisa, España, pp. 19-31.
Weber, Max. Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura Económica, 1977.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola me gusto tu texto, es muy constructivista, lee a Vigotsky, mucho de lo que dices en tu texto lo explica este gran hombre, relacionando los procesos de pensamiento y lenguaje y como estos pasan de elementos internos a externos.
También vigotsky piensa que lo que rigue al hombre son sus motivaciones intrinsecas y extrinsecas.
Ve la pelicula de un niño salvaje, un caso real de un niño tipo tarzan encontrado en la selva y al llevarlo a la ciudad nunca pudo aprender hablar, interesante.
saludos

Tahuantinsuyo dijo...

Gracias por el aporte. Alguna vez leí a Vigotsky, pero para no pecar de pedantería, te diré que en realidad no recuerdo gran cosa de su obra, por lo que tendré en cuenta volverlo a leer. Gracias también por la recomendación. Saludos y otro agradecimiento por la lectura y la visita.

Anónimo dijo...

Dejá ya de poner tus trabajos de la escuela en blog que solía ser interesante!!!