viernes, 21 de diciembre de 2007

Pseudo-diálogos y descripciones alternas

-¿Prefieres un plato de nueces?

-¿Por qué tendría que cambiar este sutil plato con semillas de girasol?

-¿Prefieres la pereza de pelarlas, la apariencia tan extraña que tienes con una montaña de cáscaras al lado de ti, o simplemente el hecho de que no me agrada tener que ser yo quien deba limpiar la barra y preocuparme por ellas?

-Prefiero que busques a alguien más para limpiar, aunque como una tradicional cliente, conozco por demás el número de empleados y el hecho de que serás tú quien tenga que realizar la limpieza, pero debido a una cierta condescendencia que me invade en este momento aceptaré tu propuesta, dame esas nueces.

El vaso relucía, sosteniendo, en un peculiar contraste, a la opacidad que se apreciaba en la madera. Este lugar siempre daba tintes de melancolía o apacibilidad, Beatriz era más bien atraída por lo segundo. Le agradaba la permanencia de su entorno en la mutabilidad del espacio exterior a través del tiempo, contemplar los retratos monocromáticos de la pared, para ella, de cualidad inexpresiva, pero de una tranquilidad que se contagia. No existía mejor manera de acompañar la tarde entre las cinco y las seis y media que con el parsimonioso movimiento del segundero del viejo reloj sobre la repisa con las botellas y la hora de Thelonius Monk.

-Volví a soñar sentada en la silla.

-Tu aspecto onírico dejó de interesarme desde que casualmente nunca recuerdas qué fue lo que soñaste.

-No es por voluntad que olvido, y por tanto no es que me niegue a contarte, pero si tan insatisfecha está tu necesidad por conocer mis deseos, algunas veces imagino su mano sobresaliendo de una neblina espesa, sin sentir curiosidad por la forma de su cuerpo ni la expresión de su rostro, en otras ocasiones veo una serie de burbujas negras emergiendo de un llano, a veces una pera contra una durazno entre mis puños como si los brazos fuesen una balanza, pero este último pensamiento sólo acontece en la víspera de las compras en que tengo que elegir qué llevar para que el presupuesto alcance.

-Tu situación es tan lamentable que tengo que escuchar la forma tan desidiosa que tienes para responder las veces que vienes a este lugar, que no son pocas, por cierto, y siempre acompañada de tu bebida, ¿presupuesto estrecho? En fin, parece ser que necesitas de mis oídos, porque no sería lo mismo si te sentaras junto al hombre con un periódico que ha perforado para poder apreciarte secretamente a través de la nota que nos informa sobre el buen clima económico del país con las manchas invisibles de un par de billetes (¡qué digo un par!) sobre los adjetivos positivos que se leen. No, no sería lo mismo, ni siquiera sentarte al lado de su mesa dándole la espalda, sintiendo su mirada y jugando con ella en el café, mezclando sus ojos con los de alguien más con el que te hayas topado en estos días y no dejó de ver tus virtudes físicas, y es probable que no sentirías eso que te gusta cuando hablas recargada sobre la barra por ese encasillamiento emocional, la delimitación que haces de tus aspiraciones y los riesgos a los que estás dispuesta.

-No, no sería lo mismo, Claudia –interrumpió Beatriz. ¿Vas a denunciar mi carácter?

-Claro que no, no seas tonta. Deja que te invite una segunda copa.

Esa explosión sentimental estaba muy lejana aun. No era rencor hacia su habitual consumidora, quizá era a los ojos que intentaba abrir a las cinco de la mañana, al viento que la golpeaba en ese momento para hacerle ver bastante tiempo más de camino, un preludio arrítmico y cacofónico del día, para llegar a la tarde, crescendo menos alentador, y un final fatídico en el ciclo consumado de la jornada diaria. Un salón sin variantes, aunado a su dejadez y falta de anhelos, su esperanza de aprender se desvanecía en cada paso que daba a través del umbral del sitio en el que trabajaba, y en la construcción de sus recuerdos de escenas solitarias: la frustración por la imposibilidad de conocerse desde cómo formó su personalidad y una eventual transgresión de lo habitual; su curiosidad le planteaba con menos regularidad este paradigma de reflexión. Conocía sólo su ser actual (o como intransitivo únicamente, daba lo mismo quitarle la temporalidad adjudicada), su reticencia también hacia el experimento de comunicarse espontáneamente, casi veía inscrito el epitafio de su voluntad. Se figuró cómo las imágenes eran evocadas a través del líquido que caía de la botella hacia el vaso, y atenuadas por el color rojizo y su consistencia espesa.

¿Qué extraño vicio? ¿Qué ignota pulsión me obligaba a reproducir palabras a través de mi filtro racional? ¿A Colocar “sutil” en los labios, agregar un diálogo más amplio para solicitar otro plato distinto al que le habían llevado? Es muy posible que tenga una buena relación con la chica de la barra, quizá hasta (…) (…) (…) No… no tiene la pinta. Creo que semejante ropa no pudo hallar mejor vestimenta, el contraste de los pliegues cafés con el cabello negro, las botas en un polo de colorido semejante a su antagónico superior, una blusa que en buena elección resalta frente a ese aire oscuro del rostro.

Una figura no tan delgada se asoma en la puerta. Facciones difusas, apenas se le nota un porte despreocupado, recargando su mano derecha sobre el marco, cruzando el tobillo derecho sobre la espinilla izquierda, su perfil a contraluz revela sus senos. Se oscurece el aire a su izquierda con una silueta que deduzco es masculina.

- Se ve bien, además es la música que ella pondría en las reuniones con refresco y alcohol barato.

- Los sillones de la esquina se ven agradables, además ofrecen la mejor perspectiva para observar a la cantinera.

- En ese caso, están en el sitio ideal.

¿Qué extraño vicio…?

La pareja se sentó casualmente en la esquina, justo en el momento en que Claudia dejaba asomar su maravilloso escote.

Lástima que no llegué a conocerla, y menos la pude conocer hoy, con tal rapidez, tanta precaución por cerrar la puerta, bajar las escaleras, comprar el periódico, devorar palabras, actividades post-fúnebres que resultan más bien inapropiadas, desde asomarme directamente por la ventana y el espejo, cabalgar sobre las nubes metafísicas durante el tiempo previo al encuentro de dos mujeres divididas por una barra, unidas por un vaso de cristal –seguramente mal lavado- y el líquido que Claudia sirve y Beatriz bebe. ¿Es propio del hombre desesperado –yo- colocar su lugar junto al mío? ¿Invadir un sitio junto a ella? ¿Incidentalmente colocarme en medio de la relación sui géneris de ambas? Hoy no pudo satisfacerme el deseo de una simple visión ficticia, quise verla vistiendo las prendas que tantas veces había dirigido en el baile dentro de su habitación, y también porque su hermosura y las sombras se enaltecían mutuamente. Y el tiempo se crea doblemente rápido, sin espacio para la resonancia de las prisas o el aburrimiento. Qué cosa tan curiosa, como si las palabras que pienso cupieran mejor en unas horas que en otras. Pero semejante paréntesis no viene al caso. Tal vez deje de verla por hoy, pero mientras dudo las posibilidades aminoran. No sé… Qué difícil, sobre todo con el otro recuerdo tan latente que se interpone dentro de ideas ajenas. No desvíes el tema… ¿Un sitio a su lado? ¿Atravesar la puerta? ¿Esperar su imagen frente al espejo? ¿Un sitio a su lado? ¿Atravesar la puerta? ¿Esperar su imagen frente al espejo? -la oportunidad se escapa- No creí que ya estuviera tan lejos de mi mesa, finalmente tan cerca de ella, tan decidido. ¿Y Lucía? Qué inapropiado sería no guardar por este día el ímpetu. Pero Lucía ya… y además no creo que… Tan cerca de ella… Pero…

- Gracias, Claudia. Te veré mañana.

- Adiós Julio.

- Hasta luego, quizá también hasta mañana, chica del juego de penumbra facial.

Beatriz no respondió, ni siquiera hizo el esfuerzo de mirarlo con desprecio, sus ojos continuaron sobre el líquido que bajaba por las paredes del vaso. Julio caminó hacia la salida, evocando el pasado inmediato en cada paso, buscando la nostalgia y la crisis de su vieja conducta. Caminó de espaldas por los senderos mnemónicos que ha construido desde hace quince años.

1 comentario:

Adolfo Calatayu dijo...

Efigenio Bacardi descubro que es un verdadero maestro de la vida;en un principio contamos con su nombre y apellido ("nuestro nombre somos nosotros mismos",Balzac),su apellido,su noble prosapia nos remite adonde?
Tendrá alguna relación con la magnífica bebida mexicana? su elevado nivel de alcohol nos sugiere el elevado nivel de profundidad en sus preguntas,cuestionamientos y elucubraciones? hasta ahora vemos retazos de él,sin embargo alcanza para imaginar, o intuír su esencia vasta.
Saludos y felicidades !!!
un fuerte abrazo