martes, 4 de diciembre de 2007

Del Vaciado de Tazas

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[1] Este ensayo esta motivado por una historia contada en clase de Teoría del conocimiento, en la cual se narra el encuentro entre un sabio y un eminente profesor: un discurso interminable dado por el segundo, que se ve interrumpido cuando el sabio llena una taza da café hasta desbordarla y habla de la necesidad de vaciarla, comparando la taza con el profesor.

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Generalmente las cosas nos van sucediendo sin que nos demos cuenta; Así pasamos de un lugar a otro, con la indiferencia suficiente para no instalarnos unos instantes frente a un suceso que reclama modestamente nuestra atención; Desde el sonoro surgir de agua (casi murmullo) que salta de las entrañas de una fuente de piedra; hasta las miradas, movimientos, voces, de las personas que nos rodean (sin olvidar en el trayecto, a la caída de hojas, cantos de aves, colores lúdicos desbordando el cielo y resto de materia), parecieran resultarnos habitantes de un espacio completamente ajeno.

Claro, podemos lustrarnos los zapatos, colocarnos un atuendo que se precie exacto para denotar el aire intelectual que habita en nosotros, y caminar orgullosos, con la seguridad de que irnos puliendo al contacto con palabras, teorías extraídas de lecturas y títulos universitarios, es todo-lo-necesario. Pero entonces aparece un vacío en algún lugar de esto que somos… y ya sabemos lo que pasa:

“Pensamiento ligeramente ensangrentado: qué es entonces el hombre, ¿hilo blanco
de la irrealidad, hilo negro de las estrellas?, ¿costura
de las parcas?, ¿monólogo
en el gran teatro vacío? ¿O además cuerpo
y más cuerpo para que arda el animal
sagrado de uno?”[1]

¿Qué es el hombre? Pregunta fundamental que nos concierne a todos, pese a que el interés que suscita la búsqueda de su resolución varíe de persona a persona. Esa respuesta se construye con la visión del hombre y el mundo (concepción Ontológico-Antropológica) propia de cada individuo (influido por su sociedad), el llamado por Dussel núcleo ético-mítico[2] (que afecta también a lo epistemológico).

La religión y costumbres heredadas son en principio, constituyentes fundamentales de la noción del mundo; Actualmente la postura científica en conjunto con la tecnología, parecen estar sustituyendo-constriñendo dicho contenido esencial de nuestro núcleo ético-mítico, dejándonos en un punto indeterminado, sin saber hacia donde dirigirnos: ¿Ciencia o Sabiduría?[3]

Es importante no caer en los extremos, lo principal es moverse críticamente entre ambas cosas, tomando de cada una lo que consideremos conveniente para nuestra vida. La ciencia representa una construcción teórica, elaborada con reglas bien definidas que solo permiten agregar a su cuerpo conocimientos justificables en su sistema[4]; por su parte la sabiduría es un conocimiento sobre la vida, que se forma de modo personal, e indica un camino vital (de ahí la importancia de la poesía y la religión, entre otras disciplinas).

El ser humano es de una enorme complejidad, y al reducirse su campo vital a un ámbito demasiado definido, limitado, en forma de teorías científicas (filosóficas), y tratar de dirigir su mundo solamente conforme a ellas, se sentirá inevitablemente vacío; de ahí la importancia de vaciar la taza repleta de teorías que pueden llegar a obnubilar nuestra visión.

Nos ponemos de pié, tomamos del asa al pequeño artefacto otrora foco de atención y elogios desmesurados, y rotamos la muñeca como si estuviéramos comenzando a darle cuerda a un reloj:

“Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.”[5]

Entonces la teoría y la vida (sabia) se entremezclan, dejándonos frente a un panorama dulce y más completo.



[1] Gonzalo Rojas. “cítara para el muerto” (fragmento). Antología del aire

[2] vid. Pedro Enrique García Ruiz. Filosofía de la liberación; Una aproximación al pensamiento de Enrique Dussel pp. 30-31

[3] vid. Luis Villoro. Creer, saber, conocer. pp.222-234

[4] Si bien la ciencia se aplica a la realidad, estas aplicaciones constituyen hechos aislado que inciden sobre una parte de la naturaleza, no un camino de vida capaz de dirigir al hombre.

[5] Julio Cortázar. “Instrucciones para dar cuerda al reloj” Historia de cronopios y famas

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