domingo, 10 de febrero de 2008

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Dentro está el mundo, con su física cuántica inútil, con su temor mudo que se obstina en tragar el grito de escape. La salida a unos cuantos segundos de distancia; pero el bípedo se mantiene en su sitio, temblando de sudor y llanto, acallando la exhalación final con su voz contenida por lo sólido y pétreo.
¿Qué me dirás, mujer, qué me dirás del hielo bajo la sonrisa? Hay ríos de desazón, mujer. Ideas de nada, para la nada, por la nada, contenidas en un aroma. La alimentación es un acto terrible. ¿Cuántas vidas privadas de movilidad por la egoísta permanencia?
El ajo, la sangre, sobre todo la sangre escarlatada, móvil como nuestra respiración: ¿qué diferencia hay de esta materia sobre los platos, a la nuestra? El condimento, dirás; ajo o razón: Sustancia.
Yo que lo haría todo por asir esa sustancia. El máximo deseo es desarticular la nada; ejercitar el oficio de taxonomista racional y ser capaz de decir: he aquí una cabeza, aquí una inclinación al gozo, aquí la conciencia.
La nada permanece insondable, inconexa. No importa cuanto me esfuerce en aumentar la visión oscura que me llega de ella con el fino lente de la ciencia. Lo opaco permanece, acaso luce más opaco; ese es el cambio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero que manera tan envolvente *0*
agitacion en las venas con la pasividad y tranquilidad
un destello brilloso pudiera ser...
:)