domingo, 24 de febrero de 2008

Ashes & Snow de Gregory Colbert. En el zócalo de la Ciudad de México

La dispersión de las emociones se torna diversa, a veces inexistente; pero caminar sobre la distancia marcada por lo líquido y verse rodeado del tinte sepia coloreando distintas expresiones de un tema un tanto etéreo, no pudo dejar de provocar ciertas sensaciones sobre quien escribe estas palabras. Quizá en algunos momentos no había elementos sorpresivos en las fotografías, pero la experiencia estética en su totalidad: música, ambientación e imagen era totalmente envolvente; todos estos elementos formaban parte de un conjunto, era una homogeneidad que permitía ser separada pero podía apreciarse precisamente en un todo.

Es demasiado aventurado suponer el sentido del título de la exposición: Ashes & Snow; pero atravesando el umbral, custodiado por advertencias para la seguridad en el recorrido y con un preludio emotivo de desesperación por la espera, desde lo visual, se trata de un universo de contrastes: una oscuridad circundante, las líneas delgadas del agua y los pasos sobre la madera, siguiendo mecánicamente a los que van por delante. Y a través de esa oscuridad como cráneo de la masa que pasa por debajo, nos saltan a la vista las figuras pequeñas que se ven como iguales frente a los paquidermos, una sucesión de notas tenues recorre las extremidades de los que observan. Quise aislarme un poco de la fila, contemplarme a mí mismo en las imágenes, apreciar simplemente el panorama que se ofrece a los ojos sin tratar de obtener un significado rebuscado para éste. Algunas veces encontraba tanta pasividad en el vacío esférico de la fotografía con dos siluetas ostensibles, pero ajenas a lo exterior; en otra era una pasión desbordante desde el objeto de atención hacia los extremos del rectángulo, danzando bajo el vuelo de un águila, una secuencia sugerente. Cada fotografía era un mundo distinto, cada una de ellas era su propio tema, su propia interpretación, pero la música y el color sepia las unía, aunque los elementos eran recurrentes y las expresiones muy repetidas, había ocasiones en las que se rompía con esa aparente monotonía por la disposición de los objetos de la imagen. Todo desemboca en la rápida sucesión de fotogramas que provocan la idea de movimiento, dentro de un mismo esquema de color y velocidad. Creo que el tiempo se pierde, al menos hasta que, como a mí me pasó, la tecnología te despierta con un mensaje de texto en el celular. Las voces desentonan un poco, según mi criterio, -si pudiéramos seguir sólo con música y el parsimonioso movimiento de las figuras- Pero la recomposición del tiempo y las prisas dentro de mi mente me llevaron a la ineluctable necesidad de huir y darme cuenta de que todo es mercadotecnia, sin considerar, por supuesto, las intenciones del fotógrafo, pues las desconozco.


http://www.ashesandsnow.org/

1 comentario:

Adolfo Calatayu dijo...

usted es un maestro amigazo,va como decimos por acá "directo a los bifes",es mordaz,agudo,insinua,alude y describe con tal belleza y tal poder evocativo que asusta.
Felicidades hermano !!!
un fuerte abrazo