sábado, 2 de febrero de 2008

Dinámica de aplanamiento

Salimos por una ligera ventana. El aire era de lo más pesado, así que sacudiste la cabeza en gesto de resignación y para alejar las ideas tristes. La doble función de ese ademán correspondía a la fundición de estados de ánimo tan practicada en esos días en que el humo era espejo, y la vida se cortaba con un movimiento gravemente sencillo, indicado de arriba abajo sin consideración alguna.

La noche profunda estaba linda contigo, como si cantara un batir de alas llevando el ritmo de la vibración micrométrica oficiada por las estrellas. Una tranquilidad resumaba en la bruma.

Los primeros instantes fueron correr sin dirección fija. Mover los pies de arriba abajo, desplazando el cuerpo hacia adelanta, siempre avanzando, hasta que la sensación de entumecimiento alcanzara las rodillas y resultara obligado recuperar el aliento sin detener la marcha; Las articulaciones bien encaminadas, la suma de tendones y músculos resistiendo el esfuerzo.

No fue necesario mantenernos en movimiento hasta el punto en que el cansancio nos apresara en su desesperación de infinito; el destino se mostró a los pocos minutos: luces en un río formado por varios flujos de materia indefinida, sonido de automóviles concretando un esfuerzo encaminado al cruce desde el punto más cercano de esta realidad, hacia el espacio pensado como de un origen superior.

Nos esperaban a bordo de una camioneta blanca. Tocaron el claxon para hacernos notar que estaban ahí desde la hora acordada. Sonreíste (esto por primera vez en muchos dias), al tiempo que finas lagrimas redondeaban tu rostro con su salada presencia traslucida, deslavando poco a poco las facciones, dejando a cada partir de capa y capa una luz más brillante en su lugar. Análogamente transmuté en seco.

Dentro del vehículo nos vimos entre iguales.

El motor se encendió ruidosamente.

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