domingo, 20 de enero de 2008

Mirar

La mirada es una situación inconstante que paradójicamente no titubea, es una variación sucesiva y rápida, pero directa. Podemos encontrar en una mirada precisamente lo que ésta nos transmite, porque aún en su cualidad indiferente, fugaz, encontramos que detrás del objeto que vemos y que, además, potencialmente, nos mira, pasamos desapercibidos en su campo de interés. Pero de nuevo la paradoja: indiferencia (posiblemente no nos ha notado observándolo) y una mirada hacia nosotros. Sus ojos lo revelan: no estamos dentro de ellos, pero nos ve porque nosotros lo vemos, dentro de esa multitud abigarrada nos lanzó un vistazo inconsciente que nos atrajo, nos obligó a la cercanía inevitable, a la apreciación y el juicio, para terminar en la apoteosis o el desdén.

Pero no somos los únicos que observan, y por tanto, nuestro objeto no es a quién todos ven, aun si todos participamos en el mismo panorama visual. La mirada se sitúa entonces en una zona de desbordamiento que nos indica que no es un signo, porque no nos determina como espectadores, pero sí está sujeta a la interpretación en una relación de mutua observación. La co-observación en el arte nos deja crear senderos diferentes, dar nuevos sentidos, terminar una obra, o lo que se dice: darle vida. Recalco, sin embargo, la multiplicidad de miradas, miradas que buscan, que atienden a su satisfacción, que actúan dentro de distintos niveles de comportamiento y a veces quieren ir más allá de los límites de las circunstancias, dejar de apreciar lo evidente, perforar la escena, la melodía, atrapar la combinación de las notas, la expresión corporal, y siempre desde una perspectiva individual que provoca un centro de atención diferente para cada observador.

A veces los ojos nos asaltan, vuelcan contra nosotros la evidente cobardía de ser espectadores tras una cortina irremediablemente raída, condición por la cual hemos sido descubiertos. Y la angustia nos absorbe, volteamos la espalda para huir, o la intriga nos congela, provoca la lucha de miradas, empujando una a la otra, quizá con intenciones de religación, de complicidad, o creando barreras que repelan desdeñosamente a quien atisba, viendo en esta actividad la más cercana posibilidad de una caricia. La mirada no ofrece límites, sino posibilidades, infinidad de cauces que surgen según las personas despegamos los párpados y nos atamos al hilo de la atracción.

2 comentarios:

Mia dijo...

Está muy bonito e interesante tu texto.... Todo un filosofo de calidad. jeje te quiero mucho

Anónimo dijo...

Me gusto lo que escribiste, pero me hizo pensar en las personas que son ciegas, ya que a pesar de no pueden ver, no quiere decir que no disfruten del arte, ellos utilizan su oído y tacto para apreciar las cosas y por cierto esto me hizo recordar la pregunta de ¿Qué sueñan los ciegos?.

Creo que la apreciación del arte es individual, ya que cada quien construye sus gustos y lo que le admira, y no solo sirve mirar, sino que todo aquello que entre a través de los sentidos y provoque una sensación dentro del cuerpo y cause placer y admiración eso va hacer arte para esa persona y por lo que resta estoy deacuerdo, a veces no se necesita decir con palabras cosas que con una mirada bastaría,
Saludos.