miércoles, 16 de enero de 2008

Los Cantos de Maldoror

De lejos, en efecto, hubiérase dicho que era un hombre maduro. La suma de los días no cuenta ya cuando se trata de apreciar la capacidad de un rostro serio. Sé leer la edad en las líneas fisiognómicas de la frente: ¡tiene dieciséis años y cuatro meses! Es bello como la retractilidad de las garras en las aves de rapiña; o también como la incertidumbre de los movimientos musculares en las llagas de las partes blandas de la región cervical posterior; o mejor, como esa ratonera perpetua, constantemente tendida de nuevo por el animal atrapado, que puede cazar por si sola, indefinidamente, roedores y funcionar incluso oculto bajo la paja; y, sobre todo, como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección.

Lautréamont (Isidore Ducasse) Los cantos de Maldoror. traducción y notas de Manuel Serrat Crespo. Madrid, Catedra Capítulo sexto, P.295

1 comentario:

Adolfo Calatayu dijo...

La frase "como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección." quedó para la historia,se hizo uso y abuso de ella; de pibe (y ahora también), Lautréamont era uno de mis ídolos máximos.
Genial !!!!!!!!!!!
un fuerte abrazo