jueves, 6 de agosto de 2009

23:19

Quiero determinarme para restaurar una piedra antigua de antecedentes inmediatos. Señor indigente, ¿qué es pensar con uno mismo?, ¿qué es hablar delante de todos anunciando el fin del mundo?.

Prosigo a la orden del ocaso del bosque para acordarme del paradigmático arte de ceder y amarse en pocos pasos. Cualquiera se burla de mi tiempo y después se cristaliza en algún extremo del recuerdo y ahí me agrada pasar la mano por la piel del gato, cuando se eriza me constituyo como entre individual sirviendo a la nada, a algún otro que nada tuvo que ver en la emancipación del territorio en donde existo sin armar bosquejos de mi acción subsecuente a la dirección opuesta del viento, que me deposita una ofrenda de Luna, que me sirve como estribo para hallarlo.

Pero mi consecuencia no es responsabilidad de nadie. Caminando a través de una arroyo que divide el bosque me encontré varios cadáveres de insectos que algún intencionado colocó para advertirme que los arboles se caen a mis espaldas, que también soy señalado por la multitud triunfadora en zona de trabajo.

La opulencia arma contingentes para violentarme, saben que este territorio es mi fortuna, lo he amortizado con mi trastorno, he despojado de todo poder al “seminarista de los ojos negros”, a “la tortuga y la liebre” y a tres cochinitos exploradores, cena para lobos, alimento de siete enanos, humor negro de Blancanieves pervertida, ¡ah, a ella si la conocí en un bar para analfabetas funcionales! (…)

No hay comentarios: