sábado, 1 de agosto de 2009

Fragmentos del gran estreno: Versión Road Movie

-Mira que cielo- Dijo Coyote Joshua. -Es Todo un cielo- dijo Dios. Mientras, el Ruso veía las incoherencias en el camino, pues estar al volante por un camino de terrazería daba más para cazar altibajos en lo que se supone era la ruta designada. Una piedra roja rodando cuesta abajo, mientras una verde se asentaba en lo alto de la colina. Daltonismo Newtoniano, pensó, pero eso era otra incoherencia más. "Tanto va el cántaro al agua" había dicho el trovador en el Biocafé, exaltando su sabiduría contemporanea de roles y atuendos. Se puso a recordar como el Mil Amores transgredía todo convencionalismo, intentando persuadir a una mesera simpática de que el Jersey del Barcelona bien valía la concomitante frase que superpondría el albedrío del Mil sobre la menguante actividad de la mujer. Llegaban las tazas de café. El Mil le sonreía, y cuando le servían logró incluso acariciar la mano acostumbrada a cargar empaques multitudinarios y extramurar campos de algodón. El automovil sufría lo inefable de una paráfrasis que trasladaba argumentos futbolísticos a la nada futbolera inclinación de los amortiguadores resistiendo duramente cada bache, y con mucho mayor empeño cada moldura de piedra. Coyote se perdía entre las nubes que asemejaban hombreras. Su primera mujer solía usarlas como calefactores, o mecanismos de defenza psicológica. Las hombreras ensanchaban la parte superior, dando un aspecto masculino que la protegía en la noche, sobre todo cuando los faroles llegando desde su posición isométrica aumentaban la proporción de las extremidades, y del cuerpo en general. -Está fiero tu modo- interrumpió el Mil, cuando notó que Dios se perdía en la divagación de las nubes, imaginando que si las hubiera hecho coloradas, más que blancas, no atraerían tanto el desdoblamiento de poner a recordar mujeres. Ruso rió, evocando las naranjas inyectadas con nectar de albaricoque, criaturas transgenésicas; mecanismo que acertaba a reproducir con las nubes. La Clau había dicho que eso serviría para etiquetar mangostas, rellenándolas de nectar para distinguirlas con ayuda de alguna fluoresencia, así cuando volaran propagándose como plagas, las que hubieran sido criadas especialmente para infiltrarse con la sepa de inmunidad en sus tripas, no serían tomadas junto a las otras que eran capturadas para utilizarse en el experimento. Dios consideró esa forma de tintar el cielo como un juego de paganos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uh, lo que hay de Dios y el fútbol, nunca creí que fuera tan observador. "Y asi caminas, y despiertas y duermes: solo pensando"
Me gustan esos nombres, esperaré con ansia más capítulos :)

Saludos