jueves, 24 de abril de 2008

Blue Davis

Una trompeta proviniendo de un sueño ubicado más allá del muro de cristal que aboveda la conciencia se incrusta en lo blando de la mente tras en formación de espiga cruzar la capa semipermeable que cubre el sueño: Blue in green. Miles Davis deja caer las notas como con una regadera sobre ciertos bloques de la memoria que comienza a crecer y extender sus partes en pos de la luz.


La silueta femenina de tantas compañías en abismo, en sueños. ¿Qué se ama cuando se ama? Quizás piezas de fantasma, o un recuerdo traído a cuenta de las pupilas interiores por una melodía tan delicada y perfecta, tan propia y ajena, como el habla y su cúmulo de ideas llegando desde lejos, desde el tiempo de las primeras palabras floreciendo en las lenguas de nuestros arcaicos ascendientes, quienes debieron poner nombre a las cosas, abstraer ideas de la luz, de los sonidos, de la sencilla concatenación de causalidades tan factible de ilusión pero que sin embargo sirven aun hoy de remo para flotar entre el mundo.


Blue in green, voy despertando, ahora con el sonido de Coltrane, y siempre Coltrane retomando los fragmentos suspendidos por el piano dotándolos de la forma correcta para incidir sobre nuestro barco, para adornar la subjetiva perspectiva de quien se introduce en el afuera tras unas horas de ausentación, caracterizado por vagar sobre la nada, sobre el vacío que representa el letargo, la suspensión de percepción directa, la inmersión en los confines…


Las cinco, es tarde, los pies se movilizan, las demás partes del cuerpo cumplen pulcramente con su mecanizada labor, y en cuestión de minutos ya voy cruzando la puerta, voy tomando el autobús, voy llegando al subterráneo, voy abordando la oficina, y así otro día.

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