jueves, 30 de octubre de 2008

De una reducción anónima

Anochecía. Josu, recostado en el sillón con forro de gatitos naranjas entre hojas verdes curiosamente grandes, rasgaba a la señora Raynolds frente al resto del café de la tarde en una taza que compré en Puebla hace casi un año. "Ah, las guitarras siempre son iguales" dijo, con su voz de frases trágicas que tanto le conocíamos. Físico revisaba la edición de El libro de los 24 filósofos, sentado sobre el suelo junto a la cama. "Qué -dijo-, las cosas no están tan mal, además el Pony parece ser la tiniebla que permanece después de toda luz", y se reía mirando a Josu que no soltaba a la señora Raynolds, y que de todas formas siempre ha sonado igual, a señora Raynolds. "La tiniebla que permanece", repetí, apagando la moka barata que traje de Dinamarca y la de la vecina, que misteriosamente hervían su carga respectiva de spresso al mismo tiempo. La mesita de la sala ha sido siempre el más puro ejemplo de proto-proposición, pensé, de ser así, el Pony no tiene esperanzas de regresar a la selección de... ¿Chile?, creo. Efigenio observaba la Ciudad de México desde mi ventana en el Ajusco, dio el último trago de su Guiness y "al principo fue la E" dijo. Así comenzó todo.

1 comentario:

Tales de Mixcoac dijo...

ÿ Volovän fue una pseudoproposición, con Carnap entre sus garras bajo la forma de un esfero de estambre