viernes, 31 de octubre de 2008

Carta para saltar sobre charcos largos

Llueve por primera vez en la semana. Días y días secos, formados en tonos pastel que las pinturas óleo proporcionaron a la perfección, están siendo modificados por el agua que hace escurrir expresionistamente a la ciudad, otorgándole nuevas formas, en un accionar tan parecido al de un solo Zorn, o una improvisación Coltrane estrellándose contra los muros blancos para darles nueva vida –Zappa!, expresión onomatopéyica (¿cómo –no- hacer de un nombre una expresión?)-.

Nuevamente caminamos por Coyoacán, lo voy conociendo cada vez más y me gusta. Luce siempre brillante y poblado de esa magia que usted le da a las cosas; Coyoacán es usted tomándome de la mano y sonriendo como preludio a la iluminación absoluta *Beso*… y seguir caminando abrazados y felices: C’est la Vie –Dolce Vita-. Palabras universalizadas, como rara vez ocurre; palabras deslizándose en un susurro hacia sus labios: Te Amo! -¿Qué más puede ser la vida misma, palpitante?-

2 comentarios:

Silvina Mora dijo...

Yo evito los charcos, sobretodo si son largos, para no hundirme, vió? Pero parece un lindo paseo.
Besitos!!!

Juan Carlos Cabrera Pons dijo...

Algunos, en cambio, buscamos precisamente los charcos, especialmente los repentinos, para hundirnos. Todo nombre es una expresión, Zappa es la onomatopeya universal. ¡Zappa! susurrado lentamente en la esquina superior izquierda del parque de la Conchita, dice más que el Ensayo sobre el entendimiento humano. Zappa.