martes, 12 de enero de 2010

Un poema sobre el Café Juana Inés (casi casi en la esquina de Isabel la Católica e Izazaga... pregunten por Dalia, linda chica)

y un orden puro, como el de la noche,
en torno de las mesas se construye.
R.B.N.

Ella no lo sabe, pero sin saberlo,
conoce el origen líquido de los reflejos
y cuando atinadamente toma
la taza entre sus dedos, un orden confuso
(como el de las hojas cuando caen del árbol
sobre ese preciso lugar en la banqueta)
en torno de las tazas se construye.

Ella no puedo saberlo, pero aún si lo supiera,
el más grave rumor de su camino,
cuando precisamente truenan las hojas que ella pisa,
líquidamente evoca (como repite a veces
el oscuro patetismo de los cellos
ciertos rincones de un parque por la noche)
el reflejo justo que me observa al fondo de la taza.

Ella lo sabe sin saberlo, pero aún si lo ignorara,
su paso va sembrando árboles hueledenoche
y todas las tazas que ella toca se transforman
en amplias jardineras. Ella no lo sabe, pero yo
la observo entre los platos y cucharas por no poder
saberlo, y un orden confuso, pero luminoso,
en torno de nosotros se construye.

Ella no lo sabe, ella no puede saberlo, pero se abren
parques instantáneos cuando pisa y, sin saberlo,
deja un gusto de café por la mañana entre mis noches.

(para Ros)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mmmm... si ese lugar deja toda esas sensaciones seguro es un gran lugar para beber cafe.

D. S. dijo...

parece un lugar interesante, donde esté exactamente???

Juan Carlos Cabrera Pons dijo...

Ah, buen Laures, sobre Isabel la Católica, entre Izazaga y fray Servando, casi casi esquina con la tal Izazaga, en el centro de la Ciudad de México.