lunes, 2 de marzo de 2009

No puedo dimensionar el trazo muerto, ni los días en cascada sobre mi espalda. Todo lleva un peso que le es propio, que conduce como río las figuras inmanentes a los ojos; esa clase de prefiguraciones que de la mente llega al mundo para entonces regresar con un esquema sabido de antemano: apriorística perfecta, con pretensiones sintéticas.

El mundo como un artefacto de pestañas, o como una base del número cinco con agujeros o pececillo agusanando sus entrañas, pero la vida está más allá, en esos agujeros o en esas agallas que para el caso son el mismo espacio vacío, sin posibilidades de representación.

El vuelo de las aves es un ave, y meditamos todos, quizás con la cabeza abajo, o con los ojos puestos en otro lado. Quizás con las manos colocadas frente a los ojos para bloquear cualquier iniciativa de fuga. Es tan fácil dejarse llevar por…

1 comentario:

Anónimo dijo...

...menos que las plumas.

Leído en voz alta, y sin saber (antes) nada más que la ausencia del título, pareciera algo como transportes dimensionados. Aunque claro, debe ser producto del interés por pasos.
Me gusta bastante.