martes, 24 de marzo de 2009

Cosas de por ahí

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Comenzó a llover, pero el agua como solvente universal no estaba esperando la semipermeabilidad de los tres hombres que siguieron caminando. Tomás, poseedor de una imagen de Jim Morrison, que llevaba resguardada en su mochila, fue el primero en notar algo raro en todo eso: la verticalidad de las líneas descritas en el aire. Generalmente cuando las gotas caen, lo hacen con cierta inclinación inducida por los vientos que originaron los cambios en la presión atmosférica que desencadenó la lluvia, pero esta vez su trayectoria formaba una ortogonal perfecta con respecto a la horizontal del suelo. A esta perplejidad se sumo la de los otros dos; por un Lado, J. nunca había visto aves con sombrilla bajo esas condiciones, y se divirtió buscándolas; por el otro Xul, no estaba seguro de que las librerías obsequiaran peces con cada compra, como veía en la esquina donde una mujer de rojo junto con un libro de Murakami, recibía de parte del librero un pez en su pequeño recipiente oblongo. La mujer de rojo fue entonces para él sinónimo del pez bibliófilo y la lluvia perpendicular, pues las aves le tenían sin cuidado cuando llovía y eran presa de las travesías oníricas de los gatos. Colmado en su atención por las acciones recién desencadenadas, inició el intento de persecución, para arrastrando los pies en la dirección definida por la mujer, llevar a los otros dos tras de sí. Como embriagado en medio de una disertación que tuviera como punto de partida nociones efervescentes de epistemología, se sintió sin control de cada una de sus extremidades, que amenazaban con empaparse o aterrizar antes de lo que tenía planeado. Tomás se quejaba por que el intento le parecía fallido de antemano, sabiendo que lo desesperado de una acción atípica acarreaba negativas por parte del sexo femenino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es noche, y este a sido el cuento perfecto para antes de dormir. :)

Saludos