El pasillo era largo. Marlene pensó en aquella vieja casa que visitaba de pequeña, vestida con una falda color vino, y el cabello adornado con colgantes que resorteaban como cascadas a cada salto dado para evitar pisar los bordes de las baldosas. El olor húmedo la hacía estar más sensible a esas imágenes; era como si entre sus manos tuviera un libro lleno de pegatinas móviles, reventando los márgenes a voluntad, desbordando los confines de la amarillenta página para instalarse de lleno en sus narices, impulsadas por un instinto de supervivencia. Vagamente acepto, que veía mucho más de lo que podía recordar.
viernes, 22 de octubre de 2010
D.K. 22B5
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