miércoles, 10 de noviembre de 2010

Siendo algo proveniente de ti, tenía la certidumbre de la cornisa, su modo de estar ahí para cortar la lluvia

Siempre me decías que el café recién molido, lo usabas para adornar las pequeñas esculturas fabricadas con pedacitos de ramas y hojas de té, acomodadas frente a la ventana con un letrero escrito en letras rojas, prometiendo trueques justos por fruta fresca o animales vivos, así que sonreíste al darte cuenta que desde la distancia de las notas que iba sacando de mis bolsillos, te había sorprendido al momento de llevarte a la boca una gran cucharada. Me acerque para besarte, y sentir la presencia granulosa del café entre tus labios, y aprovechaste para tomar de mi mano uno de los minúsculos retazos de papel y tinta. Tenían datos sobre la ciudad: nombres borrosos, direcciones de gente cuyos rostros se perdían prontamente en el anonimato, anotaciones sueltas de conversaciones apenas legibles tras una ventana, discusiones de café entre parejas e insectos, constancias de los múltiples nombres de algún árbol creciendo a sus anchas sobre el concreto (haciendo por lo tanto, peligrar la estructura inanimada de una casa), códigos postales, números telefónicos, anuncios publicitarios, bocetos de puertas, listas de sabores, nombres de libros. Coloqué un nuevo rollo de papel en la máquina de escribir, y entonces dejé andar a Abdul sobre los tipos. La música que producía era fantástica, y mucho más el tratar de leer lo que escribía en su constancia milimétrica. Pronto sacó la lengua saboreándose un jugoso pedazo de carne, y saltó bajo la mesa, para acariciarse entre tus piernas. Yo despejé el escritorio, tildado con algunas tazas y pedacitos de vidrio, y comencé a acomodar mis notas, a montarlas junto a las palabras de Abdul. Del pegarlas con un poco de goma líquida, nacían cuadros de colores, por donde podían construirse historias, trozos anchos de material que salir a pegar a las calles bajo las buhardillas o entre los pizarrones de anuncios clasificados. Algo que hiciera a la ciudad crecer sobre sí misma, como una enredadera…

2 comentarios:

Erika dijo...

Ronrones, escarabajos verdes pero sobre todo café (:



Erika

Anónimo dijo...

Mira... tenía que pensar un poco en no-tú estando tan cerca para sentir una añoranza que casi me hace sentir alucionaciones o no querer creer ya que ha pasado más tiempo. Y lo cierto es que no entiendo lo que digo... pero tu sí, ¿verdad?... Con eso y ver (te)como explorando con toda esa precaución -que es mejor, si, claro- ... -No, no tanto- :P me bastaba y más.
Pero eran las nubes recogiendo artilugios vegetales y coleccionables los que me llenaban y no hacían sino cortarme la voz y solo hacerme respirar... o ese sonido cercano e inyectante que como floripondia me sedaba al decir palabras conformando un texto... y tanto tanto de azul y verde. Piedras, tierra, raíces... árboles invertidos en todo sentido.
Flecha.