martes, 20 de julio de 2010

Para cuando el gallo comenzó a cantar algo así como la forma de sus plumas, o la inclinación de la parte superior de su cabeza, ya estaba decidido. Había que conservar al animal, con el cual nos habíamos encariñado de tal modo, que sería invocar la melancolía el despejar su cabeza con un corte seco, justo después de colgarlo boca abajo para concentrar la sangre, y hacerla lucir como un higo, repleto de un néctar indecible. Coyote ofició la ceremonia; tocó una trompeta al tiempo que despejaba un tramo de tierra de las malezas ampliamente arraigadas sobre su vientre, para colocar unas pequeñas vigas, e instalar la jaula para el animal.

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