martes, 10 de junio de 2008

Siod, una primera aparición


Observando todo desde el privilegio de su ubicuidad de titán, Siod mantenía contacto con la tierra, el mar y el cielo, en esa labor suya de sostener el mundo para que no se desmoronase a la menor intempestiva de cambio. La imagen que lo pone tomando precariamente los pliegues de cada interfase en un esfuerzo desesperado por mantenerlos en contacto, corresponde a las elucubraciones de un poeta, mas que a a la realidad, pues la acción siempre había estado automatizada por motores de vapor y piececillas hidraúlicas, como antelación perpetua a la revolución industrial.
Regularmente debía inspeccionar el cuarto de maquinaria para aceitar los engranes chirriantes, dar unas cuantas vueltas de tuerca a los tornillos de distinto calibraje verniere, y comprobar como última acción necesaria el color exacto de las hojas de fuego que caían con el aspecto reptante de estrellas por la repisa del televisor; si una insinuaba un tono fuera de lo esperado, era menester extraerla del cubo con ayuda de unas pinzas, para evitar el contagio desequilibrante.
Era incapaz de pronunciar palabra alguna, no por falta de las partes físicas necesarias para que su voz resonara verticalmente con gruesa amplitud o por desconocimiento del idioma, si no, por haber perdido la lengua en un juego de Cartas con Trinidad. El apostó tal trozo de sí contra la libertad de la entonces joven e inefablemente bella Terrestre.
Durante sus ratos libres, que aparecían a intervalos cambiantes indicados por una especie de previsión confundible con sentido común, se dedicaba a leer el cien años de soledad de García Marquez, con el que soñaba la vida de un habitante común del mundo. Como Asterión, su destino estaba sellado y solo la muerte podría liberarlo; Esperaba con impaciencia el momento de su último respiro para encaminarse al apacible descanso de la inconciencia.
Todo lo que recordaba es que un día había aparecido ahí, encargado de la labor que arrastraba con sus pesadas piernas, como si el precio de la existencia fuera el mantenerla en avanzada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y... no importa si pasa un año, con que no lo cierren...
pero bueno, siempre escribiendo tan bien...
Saludos

Adolfo Calatayu dijo...

Pobre tipo...leer cien años de soledad...cuando le digo a la gente que no me banco a García Marquez me miran como si fuera un marciano.
un gran abrazo
es cierto,está brillantemente escrito